El presente de los festivales de música, su edición de 2020, pinta negro. Pero frente a una pandemia global, el modelo mismo de macrofestival puede haber quedado tocado de muerte. La sola idea de reunir en un recinto a decenas de miles de personas venidas de todos los rincones del planeta parece hoy un riesgo inasumible no ya a corto sino a medio plazo. Y los festivales más encarados al turismo son los que tienen un futuro más complicado. La urgencia inmediata es sobrevivir al verano de 2020, sí, pero la pregunta inmediatamente posterior es si habrá festivales en 2021, 2022 o 2023. Y en qué condiciones. Lo que cabe cuestionarse ya es si este modelo de consumo de música en vivo sigue siendo viable.
El turismo es uno de los sectores que más tocado va a quedar en esta crisis. Y el turismo festivalero tiene todos los números para recibir un impacto proporcional. Hace tres años, el gremio de los festivales de música entró con fuerza en la feria de turismo Fitur de la mano de la Asociación de Promotores Musicales y mediante la prometedora sección Fitur Festivales: con estands propios para promocionar marcas como Mediterranew Fest y Festivales Rias Baixas y organizando charlas sobre estrategias para exprimir más el turismo fetivalero. La crisis de 2008 no parecía haber afectado lo más mínimo a un negocio en imparable expansión. Cuatro de los diez festivales con más público del momento llegaron tras la crisis: Arenal Sound, Rototom Sunsplash, AlRumbo y Mad Cool.
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